M.J Manzanares, desde una edad temprana, encontró en la escritura una forma de expresión que nunca ha seguido modas ni tendencias. En lugar de buscar la perfección artificial de las letras, se ha dejado guiar por su intuición, por el latido de cada palabra que, en sus manos, se convierte en un susurro de verdad.
Ríe con la misma intensidad con la que lo hacía al leer Mortadelo y Filemón, personajes que despertaron en ella el amor por las historias llenas de humor e ironía. Pero también es una lectora profunda, que devoró con devoción obras como El nombre de la rosa, de Umberto Eco, un libro que la atrapó no solo por su trama, sino por la riqueza de cada palabra.
Para M.J Manzanares, escribir no es un acto de imitación ni de repetición de fórmulas literarias; es un acto de valentía. Con su lápiz en mano, de los que llevan una mini goma de borrar, y un papel que a veces gira al revés cuando las hojas se le acaban, se sumerge en cada historia con el mismo fervor con el que se enfrenta a la vida: con coraje, empoderamiento y una honestidad que solo pueden ofrecer quienes se atreven a escribir desde el alma.
Su estilo, crudo y natural, es tan auténtico como la tierra que pisa, como la naturaleza que admira y los animales que la rodean. Y, en cada línea, se siente esa conexión con el mundo, con sus pasiones, con la vida misma, que la hacen una escritora única. No sigue normas, sigue su propio camino y eso es lo que la convierte en una voz tan poderosa.
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